lunes, 19 de abril de 2010

Elucubraciones de un corredor de ultrafondo

Viernes, 16 de Abril de 2010. Camping Repos del Pedraforca cerca de Saldes en pleno Prepirineo catalán. Un grupo de amigos cenan , charlan un rato y toman unas copas juntos (algunos una infusión de hierbas) después de una semana cargada de trabajo (O sin él), prisas y mil y una peripecias de la vida cotidiana.
Es casi la una de la madrugada y se despiden para retirarse cada uno a descansar a su acogedora y cálida caravana. Hace frío y es una noche más negra que el alma de un político corrupto.
Una sombra solitaria se desliza entre la semi oscuridad, cruza con toda celeridad las calles desiertas del camping, sale al exterior y se interna en el bosque. En ese momento enciende una pequeña linterna que lleva sujeta a la frente con una cinta elástica.
Esa sombra soy yo. Me dispongo a acometer el último entrenamiento serio antes de la Ultra Trail de las Montañas de Alicante dentro de justo 2 semanas. Ante mí 12 horas y 85 kilómetros de soledad.
Al principo la sensación es un poco extraña, me siento hasta un poco furtivo, pero conforme van pasando los primeros minutos la musculatura se va calentando a pesar del frío de la noche y empiezo a sentir las buenas sensaciones que me dá la libertad de correr libremente sin un sitio concreto a donde ir y sin una hora fija de llegada. Además la soledad da un plus de libertad.
He decidido correr solamente por pistas anchas, nada de senderos y mucho menos alta montaña. Quiero reducir al mínimo las posibilidades de perderme y siempre es más fácil seguir una pista ancha que un sendero por el bosque. De esta forma también me sirve de paliativo para luchar contra el miedo.
SI. He dicho miedo. Debo confesar que tengo un miedo irracional cercano a la fobia a la oscuridad y si esta es en medio de un bosque peor todavía. Ya sé que es contradictorio que tenga ese miedo y al mismo tiempo me vaya a correr toda la noche por la montaña, pero es cierto que lo tengo. Y lo que es peor: el miedo no es a cosas reales, sino a cosas imaginarias. Por ejemplo los vampiros, o el hombre lobo o ser víctima de un akelarre. Mi cerebro no para de decirme que esto no puede pasar, pero hay una parte de él que no puedo controlar, que no para de imaginar cosas de estas.
Por si fuera poco se han encontrado indicios de que por esta zona del prepirineo merodean al menos dos lobos y además también hay rumores de que se han encontrado excrementos de oso.
Que alegría. Y yo corriendo por estos caminos. Pero no, todo esto son cuentos, me digo. Y continuo con mi carrera trotona.
Son las 2:30 de la madrugada, estoy en el Coll de la Bauma a 1.600 msnm, 11 kilómetros de carrera. La noche es espectacular. Ni el más mínimo atisbo de contaminación lumínica. La Luna ni por asomo. Un cielo estrellado IMPRESIONANTE, dan ganas de gritar, pero me contengo. ¡¡A ver si voy a despertar al oso!!. Apago la linterna para apreciar aún más la magnificiencia del cielo estrellado.
Sigo trotando a buen ritmo ahora por una zona sin arboles y me viene a la mente la erupción del volcán islandés que nadie se atreve a pronunciar y el pollo que está montando en toda Europa. Y pienso en las miles de personas que están en este preciso momento sufriendo sus consecuencias. Muchas veces corriendo en soledad pienso en los millones de seres que hay en el mundo cada uno con sus problemas, sus deseos, sus grandezas, sus miserias y yo aquí sólo, encontrándome conmigo mismo, dependiendo unicamente de mis recursos. Lejos de la comodidad de mi casa y de las ventajas de la vida moderna.
¡¡Uy!! Estoy llegando al Coll del Collell 1850 msnm, 19 kilómetros y son las 3:30. Empiezo a bajar por un valle bastante solitario y pienso en los lobos. Continuamente giro la cabeza y alumbro con la luz de la linterna el camino que acabo de dejar atrás, pero sigue tan solitario como estaba antes de aparecer yo. Lo único que queda de mi paso son mis huellas en la nieve o el barro cuando los hay. También unas efímeras nubecillas de vapor de agua producto de mis exhalaciones jadeantes.
El frío aprieta y oigo crujir debajo de mis pies el agua helada. Ahora me doy cuenta de que está todo helado. Parece como si hubiera nevado. Los cristales de hielo brillan y me devuelven los rayos de luz que reciben de mi linterna .... Eyjafjallajokull... Coño. Ahora me he acordado. Ahora me viene a la mente el nombrecito del volcán islandés. También se las trae el jodio ... Y a fin de cuentas tiene un nombre traducido al castellano de lo más vulgar, seria algo así como el Volcán del Glaciar de la Montaña de la Isla.
Tan rápido como vino desaparece el volcán de mi mente para volver a estar otra vez solo, pero me doy cuenta de que no es así, porque en la aparente soledad de la noche se mueven decenas de criaturas apenas imperceptibles pero que están ahí. Muchas veces observándote, otras huyendo de tí y otras asustándose tanto como tú cuando te las encuentras de frente. Pobre jabalí, casi lo piso. ¡¡Pero a mí casi me provoca un paro cardíaco!!. ¿No tenía otro sitio donde estar más que enmedio del camino justo después de una curva?.
A veces notas la presencia de algo que te observa, giras la cabeza para alumbrar el borde del camino y entre la maleza adivinas dos ojillos brillantes que te miran fijamente, u oyes entre el follaje a algo que se mueve incómodo porque otro bichejo corredor de dos patas le está importunando.
A veces oyes a lo lejos, otras no tan a lo lejos, el grito del cárabo (Uhhhhc uuc uuc uuuuuuhhhhh). Uff ¡¡Qué miedo!!.
O notas por encima de tu cabeza el silencioso vuelo de alguna rapaz nocturna de gran tamaño.
O das un traspiés porque en el ensimismamiento de la carrera ves a última hora y casi en el preciso momento que vas a poner el pie en el suelo a una lenta y confiada salamandra. ¡Pobre bicho!. Ella se piensa que avisando con sus vivos colores va a estar libre de peligro. Pero aún no se ha dado cuenta de que sus avisos no sirven de nada contra la goma de neumáticos, botas y zapatillas con los que van equipados los individuos de la especie dominante de este planeta. Y así les vá a las pobrecillas, que están a punto de extinguirse.
Buffff!!!. Cómo sube esta cuesta. Me estoy aproximando al Coll de Jovell 1790 msnm, 33 kilómetros y son las 5:15. Llevo 4:15 de carrera. Aquí si que hace frío. Estoy a casi 5 grados bajo cero. No hace viento. El cielo está raso. La oscuridad es total. La única luz que recibo aparte de mi linterna es la que irradian las estrellas
Este tramo de Coll Jovell hasta Cornellana es donde supuestamente se han hallado excrementos de oso, y mientras voy pensando en que haría si me lo encontrara y decido que le plantaría cara con los palos de trekking mi subconsciente, supongo, me juega una mala pasada. Oigo una especie de gruñido, rugido o no sé que coño era pero el subidón de adrenalina no tiene nada que envidiar a un buen chute de cualquier mierda de esa que se meten para flipar (supongo, porque es evidente que no lo he probado). Me pongo en guardia dispuesto a defenderme hasta el final. Cuando pasa el susto me doy cuenta que sigo estando más solo que Robinson Crusoe y que la noche sigue siendo tan bella como antes. Llego a la conclusión de que ha sido el roce de la capucha del pack lite lo que me ha hecho oir algo raro.
A todo esto llego a Cornellana, 1300 msnm 42 kilómetros y son las 6:30. Y está empezando a clarear por el horizonte de levante. Como algo. Bebo agua. Me quedo pajarito de frío. Reanudo otra vez la marcha, ahora ya sin linterna ya que es un tramo de asfalto y ya casi se vé.
Esta bajada por asfalto me está dejando las piernas hechas unos zorros. No consigo calentarme y estoy pasando frío de verdad y me doy cuenta de que en mi afán de llevar poco equipaje he echado poca ropa de abrigo. Siempre pienso que en una travesía de este tipo se ha de llevar lo imprescindible y pienso: ¿Qué es imprescindible en una sociedad en la que nos cortan la luz o el agua y se montan un caos del copón?. Para mí en estos momentos es imprescindible un simple buff o a veces un puñadito de uvas pasas en una bolsita en el fondo de la mochila. O un sorbito de agua en el camel back. Y no que accionando una simple maneta metálica me salga agua caliente o que el metro, tren o bus llegue a su hora justa a la parada. En fin cosas de la sociedad moderna ...
Las 7:10 de la mañana al paso por Tuixent a 1200 msnm ya está amaneciendo, pero el frío sigue siendo intenso ya que estoy justo detrás de la Serra del Verd la cual impide que me lleguen los incipientes pero reparadores rayos del Sol. Me imagino en la antigüedad a las tribus de homínidos esperando pacientemente a que el Sol apareciera por el horizonte para poder reconfortar sus ateridos cuerpos e iniciar su dura lucha diaria en busca de alimento y de evitar convertirse ellos mismos en alimento de algún otro habitante de la zona. ¡¡Eso si que era dureza!!.
Enfilo la dura subida a Coll de Mola. En los primeros kilómetros genero algo de calor, ya es de día y fisicamente estoy bastante entero. ¡¡Ahora sí que me encuentro bien!!. Me acompañan los trinos de los pájaros sobre todo petirrojos y jilgueros, alguna furtiva ardilla cruza por el camino a unos metros delante de mi, el torrente que me acompaña durante parte de esta subida es cristalino e impetuoso. En el cielo sobrevuela una pareja de rapaces que no sé identificar. ¡¡Qué rabia!!. Me repito por enésima vez que tengo que estudiarme la guía de rapaces para saber identificarlas a simple vista. A pesar de eso la vida es bella.
Pienso en mi nietecillo que tiene casi tres años, ya está mayor, jeje. Nunca hubiese imaginado la sensación tan placentera que se siente cuando un personajillo se fija en tí y te requiere para que juegues con él o para que simplemente le mires mientras él da saltos en la cama. O se te sube encima y juega contigo y se ríe con esa franqueza que sólo los niños saben tener. No voy a intentar contarlo porque no me veo capaz, mejor que cada uno lo viva en su momento.
Estos pensamientos casi me hacen olvidar que ya llevo mas de 7 horas caqueando (Haciendo caco, o sea alternando correr y caminar que es lo que realmente se hace en estas carreras aunque su propio nombre induce a confusión) y que las piernas no están ya para muchos lujos y además llevo casi 2 horas subiendo para alcanzar el Coll de Mola a 1830 msnm. Son las 9 de la mañana y llevo 62 kilómetros y por fin siento la cálida caricia de los rayos del astro rey en la cara. He estado subiendo por un valle muy empinado orientado hacia el Oeste y hasta ahora no he sentido su acogedora bienvenida a pesar de que ya está alto en el horizonte justo enfrente de mí.
Me encuentro a una pareja que van en un todo terreno y me preguntan por una zona determinada de la Serra del Verd, como buen conocedor de la zona les indico y siguen su marcha y yo sigo con mis pensamientos y con mis ganas de acabar que ya empiezan a aparecer.
En estos momentos en que la moral y el físico empiezan a estar tocaditos, siempre me acuerdo de una frase que leí no sé donde pero que me gustó mucho: La verdadera lucha no es contra el resto de corredores, sino contra la vocecilla que desde dentro nos incita persistentemente a dejarlo.
Pero no voy a dejarlo, enfilo la bajada, de hecho desde aquí hasta el camping ya prácticamente todo es bajada o llano. Paso cerca de una ermita ... San ¿??? de ¿??? ... ¿Porqué no se me quedarán los nombres de las ermitas?. Pienso. Con lo que me gustan. Debe ser porque todas están cortadas por un mismo patrón, y cuando digo patrón no me refiero al santo al que están dedicadas, sino al modelo que sirve de muestra para nombrarlas. Todas son algo así como San nosequé de nosecuantos, claro y así no hay quien se acuerde de ellas, y que quede claro que soy un ferviente admirador de este tipo de arquitectura.
Precisamente los dos tipos de arquitectura que más me atraen son el religioso y el militar. De la Religión paso y a los Ejercitos los odio. Somos un mar de contradicciones.
¡Coño ya estoy en Gosol!, 1.400 msnm. 71 kilómetros y son las 10:30. He bajado el ritmo considerablemente y ya prácticamente no corro, me limito a trotar ligeramente durante tramos de no más de cien metros. Estoy cansado y tengo ganas de acabar.
Mientras sigo ensimismado en mis pensamientos, la mente nunca para, casi me tropiezo con una gran piedra de unos 40 centímetros que había enmedio del camino, me la quedo mirando y observo algo que me llama la atención. Tiene una parte muy lisa y casi se diría pulida que sobresale del bloque central de piedra caliza, me la miro detenidamente y descubro con gran alegría lo que parece un cuerno fosilizado de casi 10 centimetros de diámetro. La piedra había caído de un talud y se encontraba al borde de la carretera.
Observo el sitio de donde había salido esta piedra y descubro maravillado un yacimiento de dendritas (Troncos de árbol fosilizados). Había decenas de ellas. Todas incrustadas en la roca caliza y apenas sobresaliendo de ella, pero se adivinaban perfectamente hasta los anillos circulares de la madera primigénia. Todas aproximádamente del mismo tamaño, unos diez centímetros de diámetro. Ahora me doy cuenta. La piedra con la que casi tropiezo no contiene un cuerno fosilizado, es una dendrita aunque aún tengo mis dudas porque no es exactamente igual que el resto de fósiles que allí se encuentran.
Pienso que luego por la tarde vendré a buscarla y me la llevaré al camping para intentar extraer el tesoro que contiene.
Sigo mi pesado caminar y trotar y ya estoy a la altura de Saldes, Ya sólo me quedan 3 kilometros para acabar mi periplo. Los dos últimos ya sólo camino pesadamente porque además son en subida y no me quedan ganas de forzar más. Ya estoy llegando, este es otro momento inconmensurable de una ultra, cuando estás muy cerca del final. Da igual que sea una carrera multitudinaria o un entreno en solitario. Da igual que sea el primero en llegar o de los últimos por que me he apajarao por el camino. Da igual todo. El caso es que un reto más se completa y la satisfacción me embarga de tal manera que siempre se me pone un nudo en la garganta dificil de superar. ¡¡ Qué le voy a hacer!!. Ya sé que soy un sentimental de lágrima fácil, pero no me preocupa, al contrario, estoy muy orgulloso de ser así.
Por fin llego al camping, mi mujer me está esperando con los brazos abiertos y me felicita igual que si hubiese ganado la Maraton de las Arenas. ¡¡Que satisfacción!!. Son las 12:30. He estado 11:30 y he hecho 82 kilómetros con 2.350 metros de desnivel positivo.
El resto del día lo paso como otro sabado normal: Comida, fregar platos, café con los colegas, tertulia por la tarde, paseíto, sesión de pipas con mi mujer antes de cenar, cena y tertulia hasta las 12 de la noche hora a la que por fin me voy a dormir después de más de 40 horas que hace que me levanté el viernes para ir a trabajar.
Se me hace hasta extraño al meterme en la cama, parece que hace días que no lo hago. La carrera nocturna tiene la rara cualidad de estirar el tiempo como si de una cuarta dimensión se tratara.
Duermo, mas bien entro en coma, durante 10 horas y me levanto totalmente animado y aunque no recuperado, es obvio, me encuentro normal. No me duele nada y apenas me siento cansado. Ahora a aprovechar las buenas sensaciones para llegar el día de la prueba en las condiciones más óptimas y a disfrutar de los kilómetros que de eso se trata.

Manolo Real.